Mi pintura nace del impulso, del trazo enérgico y del color sin concesiones. Me muevo en el territorio del Neoexpresionismo, dialogando con la tradición y con figuras como Basquiat o Hugo Longa, pero desde una mirada profundamente personal.

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En mis lienzos aparecen calaveras, esqueletos, figuras distorsionadas y escenas cargadas de simbolismo. Son fragmentos de mi historia, de mi cosmos afectivo, donde se entrelazan vivencias traumáticas, ironía, humor y una esperanza obstinada.

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Mi obra rehúye la crítica social tradicional: no busco sermonear, sino invitar a mirar hacia adentro. Cada trazo y cada color son un desafío al espectador para que conecte con sus propias emociones, creencias y contradicciones.

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Mi pintura cuestiona también nuestra mirada sobre el mundo: evita el antropocentrismo y reconoce a los animales no humanos como parte esencial de la vida. Este es mi planteo: si ellos cuentan, ¿qué cambia en nuestra forma de vivir y de pensar?

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Cada lienzo es una puerta abierta para que el espectador sienta, se confronte consigo mismo y se atreva a imaginar otras maneras de habitar este planeta.